La página en blanco, un territorio para ser conquistado (parte II)

La página en blanco, un territorio para ser conquistado (clic aquí para leer la parte I)

Por Leandro Murciego

La magia de la poesía no es respetar las reglas, sino, más bien, subvertir. La poesía viene a crear nuevos órdenes y para ello es preciso que el poeta se arme de valor y se anime a salir a crear nuevos universos literarios. Y sin dudas, la inexplorable geografía de la página es una de las tantas áreas a conquistar por el poeta.  

El poema es una construcción cuasi arquitectónica. Por más pequeño que sea tiene una superficie (dada por la longitud de sus versos y por la extensión o duración que está marcada por el número de estrofas). Como toda construcción para ser desarrollada requiere de un territorio, una geografía, la cual podríamos llamar página. Reconocer el terreno es menester del arquitecto para poder allí llevar adelante su obra, la cual en ocasiones busca integrarse con el paisaje, mientras que en otras oportunidades lo desafía. Para tanto para una como para otra opción, el artista requiere de un estudio del suelo, de ser precisos hacer pozos, nivelar la tierra. Es decir, hacer propia la geografía para poder llevar adelante la obra. El poeta -como buen arquitecto- puede estudiar el terreno/la página en blanco para cimentar allí un gran poema.

Entonces, el escritor llamado a hacer poesía cuenta con dos herramientas fundamentales: el silencio y la musicalidad. La tercera variable -que, sin dudas, colaborará con la identidad del poema- será el uso de la página, seguramente, el territorio poético menos explorado por los autores. 

Cabe recordar que a todo poema lo precede y lo sucede el silencio. El poema viene a disrumpir la calma. Es una explosión-musical en medio de dos mudeces. Para que la poesía sea tal requiere -según Nicanor Parra y Jorge Luis Borges- musicalidad. Y la música está dada por secuencias o estructuras sonoras que se van intercalando para generar una melodía. Aquí, es decir, en la música -al igual que en la poesía- la pausa y el silencio son dos de sus protagonistas. 

Las pausas en el poema

En el caso del lenguaje poético las pausas están dados por el uso de los signos de puntuación (la coma, el punto y coma, el punto, los dos puntos, los tres puntos), los saltos versales, los saltos de estrofas y la ubicación del verso en la página.

Vale aclarar que la gramática en la poesía varía. De tal manera que muchos autores prefieren escindir tanto de los puntos suspensivos como de los puntos y comas. La argumentación, en esos casos, es que esos recursos gramaticales son reemplazados tanto por los saltos versales como por las separaciones de las estrofas. 

Cada uno de ellos aporta un tipo de pausa diferente -las cuales varían en su duración-, ahora bien.

Tan sólo para ensayar un juego de equivalencias podría intentar hacer una suerte de escalafón:

1°, El salto versal a medio silencio (pero puede combinarse tanto con la coma como con el punto)
2°, La coma equivaldría a un silencio
3°, El punto, a dos silencios.
4°, El salto de estrofa equivaldría a uno (también se puede combinar tanto con la coma como con el punto).

Ahora, bien aquí surge una pregunta, ¿teniendo en cuenta a la página como territorio, será lo mismo un verso que comienza en el margen que aquel que nace entrando o promediando la línea? 

A mi entender, este tipo de verso debería tener una pausa mayor, ya que el punto de inicio del texto no sólo sirve para reafirmar tanto visual como conceptualmente una palabra o un verso, sino también para establecer un decir distinto, donde el silencio toma un mayor protagonismo. Es decir, el género poético cuenta con una gramática propia, extraña al resto de la literatura. 

Si tenemos en cuenta a la página en blanco como un escenario a explorar, también se puede pensar en diferentes propuestas en las que el decir poético llega de la mano de las construcciones de formas o de ubicaciones, entre otras variables.

En este juego de apropiación del espacio se pueden imaginar textos que imiten formas humanas, de objetos o de símbolos. También se pueden hacer dialogar estrofas enfrentándolas entre sí. Escribir poemas circulares o espiralados o laberínticos. Hacer que el texto tome cuerpo de que aquello que dice, que se haga lo que sostiene. Es decir, que sea lo dice que es. 

La hoja en blanco es una invitación a dar un paso más en el manejo del texto, en el decir poético. Sin dudas, La elección espacial puede aportarle nuevos o más ricos significados tanto a las palabras como a los versos.

El síndrome de la página en blanco


Muchos autores a la hora de enfrentarse a una página o en blanco comienzan a sentir angustia, ahogo y, algunos, arriesgan a decir que se encuentran frente al temido síndrome de la página en blanco o bloqueo de escritura. Lo cierto es que en la mayoría de los casos sólo se trata de un conjunto de síntomas (entre los que se destacan: malestar, miedo, ansiedad, etc), pero lejos está de encontrarse al temido bloqueo literario. Los que saben, sostienen que estas manifestaciones pueden deberse a una combinación de factores como la presión por la entrega de un material, la autoexigencia (el perfeccionismo), el cansancio, el miedo al error y la falta de lectura, entre muchas posibilidades.

En muchas ocasiones esto se debe a que las personas subestiman la tarea del escritor y no prescinden tanto de hábitos creativos como de metodología de trabajo. Otro factor que colabora con la pérdida de ideas es tanto la falta de lecturas como de conocimiento de su proceso creativo.

Sin dudas, para superar el estado de parálisis creativa se pueden probar algunos consejos como que en muchos casos suelen venir de la mano de una disciplina conocida como “Escritura creativa”. Por medio de ella se pueden realizar algunos ejercicios que inviten tanto a estimular el desarrollo de las ideas como a perder el miedo por ese territorio inexplorado llamado página en blanco o territorio virgen o libre. 




Ahora bien, el «síndrome de la página en blanco» o bloqueo creativo es una manifestación que puede afectar a los escritores (sobre todo a los principiantes) en diferentes momentos de la vida y suele estar generado por varios motivos.

La duración puede ser cuestión de horas, días, semanas y hasta meses. En muchos casos, motivos tales como la depresión y las situaciones de estrés suelen ser instigadores del tan temido síndrome. El primero en ponerlo en palabras fue el psicoanalista alemán Edmund Bergler, en 1947. A diferencia de lo que muchos creen esto no es exclusivo de escritores, sino que suele a atacar a las personas que están vinculadas con la creatividad y con el arte. Entre sus víctimas se encuentran, también, escultores, pintores, diseñadores, dramaturgos, etc.

Tres años más tarde, Bergler lo convirtió en un tema de estudio, siendo este el eje de su obra The writer and psychoanalisis.

Entre las propuestas que, por lo general, se ofrecen se destacan:

  • Escribir a mano
  • Establecer una rutina de escritura
  • Mantener las expectativas en un nivel realista
  • Organizar mejor el tiempo
  • Preparar el espacio de escritura

Escribir a mano

Escribir a mano estimula más el cerebro que si para hacerlo se utiliza un teclado o una pantalla, ya que involucra áreas relacionadas con la memoria, la coordinación motora fina y la percepción visual. Es por eso que los científicos y los neurólogos recomiendan no sólo sostener el hábito de la escritura manual, sino que además instan a hacerlo con letra cursiva. Ésta metodología de escritura ofrece una gran cantidad de beneficios entre los que se destacan: mejorar la memoria, prevenir el deterioro cognitivo, mejorar la capacidad de lectura y de escritura, favorece la creatividad y el pensamiento crítico. Además, mejora la organización espacial y la coordinación ojo-mano (visomotora). Otra de las bondades que otorga es una mayor conexión personal. 

En la República Argentina, un estudio realizado por la Universidad de San Andrés sostiene que la escritura a mano no sólo que aumenta la creatividad, sino que colabora con el desarrollo de la inteligencia cerebral. 

Además, escribir a mano permite adentrarse en los pensamientos y emociones, lo que puede resultar fundamental para el bienestar psicofísico y el crecimiento personal.
Por último, escribir a mano ayuda a prevenir o retrasar la aparición de enfermedades de deterioro cognitivo, como el alzhéimer o la demencia senil.  

Para concluir, la página en blanco, en ocasiones invita a la pausa. Y la pausa es, por sobre todas las cosas, un gesto poético que viene a interpelar al sistema, de allí su gran importancia en el quehacer del poeta.

“La página en blanco es un territorio a ser conquistado”

Por Leandro Murciego

Para muchos autores, a la hora del silencio literario -la pausa de escritura o la falta de la inspiración-, la página en blanco se convierte en uno de los mayores cucos. Su simple presencia aviva los más diversos fantasmas que le abren el paso a los tan temidos «juicios de valores». De allí, que una gran cantidad de artistas busquen escaparle a ese conflicto, sin ver que en él se encuentra uno de los mayores trampolines para repensar y transformar el texto. O, dicho de otra manera, la posibilidad de hacer de ese texto una obra artística. Es por ello que la página en blanco es un territorio a ser conquistado por el poeta.

Según algunos autores, la página en blanco es un espacio donde habitan: el silencio, los fantasmas, los miedos. Dicen que el miedo a lo desconocido es una de las respuestas más naturales del ser humano. Y que el miedo, es una reacción -que compartimos con los animales- que nos ayuda a sobrevivir. 

Foto de miedo (fuente Freepik.es)

Arranquemos por lo más sencillo, es decir, la definición de la página en blanco. Ésta es un tipo de papel “sin patrones (aparentes)”, líneas ni colores preexistentes. Este tipo de hoja suele ofrecer más libertades a quien la aborda, pero -a la vez- menos normas. Esta fórmula para muchas personas suele convertirse en un inconveniente complejo, que podría definirse como la “libertad que ahoga”. Pero quiero volver a  la sentencia “sin patrones aparentes”, este tipo de página tiene una norma, tan clara como potente: la superficie (es decir, sus dimensiones). Ésta se convierte en la posibilidad y, al mismo tiempo, en el límite. Es decir, donde comienza la página, donde amanece la hoja, nacen todas las posibilidades, pero a la vez ese mismo marco que invita a la creación es el que se convierte en el propio límite de la misma. 

La página en blanco como problema

Hay que aclarar que página en blanco se presenta como un inconveniente u obstáculo cuando el artista carece del impulso de la escritura. En los momentos en que las personas se encuentran “en vena” (es decir, que cuentan con la “inspiración”, la idea o el deseo de llevar adelante la labor de la escritura -tema para otra charla, capítulo o artículo-) jamás la página en blanco se presenta como un obstáculo, un impedimento o un espacio intimidante capaz de generar los más diversos miedos. 

Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE) el miedo es “la angustia por un riesgo o daño real o imaginario”. Otra acepción, que ofrece la institución -fundada en 1713- que vela por la lengua española, es que se trata de un “recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”. 

Algunos especialistas explican que el cerebro humano a la hora de enfrentarse a algo nuevo recurre a experiencias pasadas para saber cómo operar ante ellas. Pero, en ocasiones, cuando se trata de algo desconocido, le es imposible encontrar pistas que le sirvan por lo que se genera una sensación de temor y ansiedad.

En mi experiencia -fruto del trabajo realizado con una gran cantidad de autores, por medio de los procesos de coaching literarios o mentoring para escritores,-, algunos artistas encuentran en la página en blanco un oscuro abismo que los confronta con un -temido- sentimiento de vacío (también llamado -por los psicólogos- vacío existencial). Este sentir -más común de lo que creemos- suele venir de la mano de la pérdida de la motivación y del interés (lo que para muchos autores se traduce en el miedo al bloqueo creativo). 

Otra de las sensaciones que llegan con el “vacío” o “vacío existencial” es el de “sentir o creer que no se tiene nada adentro”. Sin duda, se trata de un sentimiento negativo asociado frecuentemente con el sufrimiento y el conflicto. 

¿El conflicto es un problema? 

En mi entender, el problema no es el conflicto, sino la forma y la predisposición con la que se lo aborda. Este puede ser angustioso, pero también puede ser vivido como una oportunidad para conocerse o para probar nuevas formas de resolución. Esta última opción, sin lugar a dudas, permitirá descubrir nuevos modos o posibles abordajes que traerán experiencias  nunca antes vividas. Sin lugar a dudas, elegir este camino permitirá forjar una nueva arista de nuestra identidad artística.

Si unimos las afirmaciones antes mencionadas, tomando como punto de partida el proceso literario y a la página en blanco como centro de análisis, podríamos darle forma a una suerte de definición, que -quizá- ayudaría a comprender uno de los tantos efectos que causa este escenario a una gran cantidad de escritores. 

La página en blanco puede presentarse como una angustia o un riesgo imaginario o, bien, como el fantasma de o temor de enfrentarse a lo desconocido. Para algunos autores la página en blanco es sinónimo o manifestación concreta del llamado bloqueo creativo o de escritura.

Pero lo cierto es que la página en blanco es sólo eso: un territorio libre para ser conquistado por el poeta. 

Ésta, sin dudas, puede convertirse en una gran aliada de quien escribe. Allí las palabras y los versos pueden tomar cuerpo, destacarse o intentar perderse entre sus propios pares.



Pero la página en blanco invita a que los autores puedan disfrutar de ella como los niños lo hacen en la plaza. Allí el límite es casi propio. Para el poeta, en la página todo está permitido. No existe una norma preexistente. Cada cual, como en el Anton Pirulero, podrá tratar de dar forma a su juego. Sólo se requiere: originalidad, ganas de divertirse-jugar (pero en serio) y audacia para crear un universo propio.

Este último punto quizá sea el más importante. La página en blanco, permite al autor crear un territorio con normas propias, las cuales deberían ser claras y constantes. Es función del artista crear el juego y dejar a la luz la regla o las normas. De no suceder así para los lectores, ese juego se convertirá en ininteligible. Un trabalenguas reservado sólo para pocos. 

La página en blanco ofrece una gran cantidad de posibilidades, las cuales irán variando según la capacidad de juego del artista y del pacto que esté dispuesto a realizar con el lector. 

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