Dicen que trabajar con niños no es sencillo. Dicen, también, que hay que captar la atención y que para ello es preciso aprovechar los primeros minutos -algo similar a lo que sucede con los adultos-. Dicen, para colmo, que la poesía no es el tema que más pueda atrapar a las infancias -algo parecido, también dicen, sobre los adultos-. Yo me animo a rebatir todas esas afirmaciones. Hace pocos días, en la Plaza España, de Chivilcoy, se realizó la Feria del Libro de esa ciudad y me invitaron a ofrecer un taller de poesía (gratuito) y a participar de algunas lecturas.
La actividad estaba prevista para adultos, pero «pasaron cosas»… Algunas demoras, algo de calor y otras vicisitudes fueron proponiendo un nuevo escenario. La feria del libro, vale decir: la plaza, a las 15 estaba poblada de un público menudo. A la sombra se multiplicaban los grupos de pequeños con guardapolvos blancos que habían ido a vivenciar la propuesta cultural que les permite -año a año- no sólo estar cerca de los libros, sino también conocer a algunos autores.

Un rato después, el espacio que había sido pensado para adultos y que tenía como eje «el silencio en la poesía» se colmó de decenas de «blancas palomitas», chicos de segundo grado que estaban acompañados por sus maestras, madres, padres, abuelas y tíos. Ellos vinieron traídos, que no es lo mismo que ir con ganas. Esperaban, sin esperar. Cuando eso sucede es preciso -según entiendo- arrancar con una pregunta antes que se terminen de acomodar. Una pregunta que pueda ser respondida con un simple gesto, que los convoque y los invite a abandonar su rol de público para convertirse por un instante en protagonistas.

Rápidamente, debía cambiar el eje de la charla, con ellos nada de silencio. Aproveché la dilación que propone el acomodarse en un lugar que no tiene la estructura de un aula (al aire libre), la libertad que ofrece el estar fuera de la escuela (bajo un árbol) y el encontrarse frente a un desconocido del cuál no saben bien qué pueden esperar. 

Yo, me apoyé en el tronco del árbol y pensé qué podría ensayar con ellos. No sabía qué sabían, ni qué les interesaba. Al rededor de ellos se habían ubicado los adultos. No tenía mucho tiempo. Si empezaba despacio, los iría perdiendo -poco a poco-. Sin dudas debía ofrecerles un viaje al origen. Es decir, a la pregunta: ¿Qué es la poesía? Pero para ellos era algo lejano, que los llevaría con su cabeza en busca de una definición o a la escuela. Estaban en una actividad didáctica, de esas que cuando somos alumnos las tomamos como excursión. Tendría que proponerles volver con su pensamiento a un lugar propio, donde ellos fueran los poseedores del saber: su vida.
web de la Fundación:

-«¿Quién de ustedes tiene hermanos menores, primos chiquitos o conoce bebés?, arrojé antes de que terminaran de acomodarse.

Algunos comenzaron a hacer oír sus voces. Les pedí que me mostraran con sus manos arriba quiénes eran. Luego sería el momento de sentirse protagonistas. Tenía que preguntarles su nombre y que me contarán un poco de ello. Elegí a uno de los que estaba próximo a mí para que me contara y, luego, busqué otra que estaba un poco más allá. A eso le siguió la pregunta: ¿alguno más..? Para darles tiempo a que se terminaran de acomodar y a que se sintieran tenidos en cuenta…
.

Ya había algunos que estaban en tema o, al menos, que -a su manera- dijeron presente. Era tiempo de ir por más… A algunos de los que habían levantado la mano y que habían mostrado el interés de formar parte fue la segunda pregunta, pero esta no debía ser sólo para ellos, sino también para los adultos que acompañaban. Hacia ellos irían las miradas, junto con alguna sonrisa -en busca de complicidad-.
-¿Qué vínculo tienen con la poesía ustedes? ¿Leén poesía? ¿Escuchan poesía?

La mayoría de los chicos dijo: no. Entre los adultos las respuestas se dividían. Algunas sonrisas mostraban un sí. Algunos ojos cerrados daban cuenta de un «no». Y algunas voces bajas dejaban escuchar sus repuestas. Algunos de los peques contaban que habían leído alguna poesía en la escuela, que alguna mamá les recitaba algo y una de las más motivadas con el tema se animó a contar que tenía un libro «lleno de poemas».
Entonces, era el momento de romper con esa fotografía que estaban componiendo entre todos, con sus repuestas. «Yo les aseguro que la poesía fue una de las primeras cosas que recibieron en sus vidas».
Ya los había hecho atender, sentirse atendidos, participar, hablar, sentirse escuchados. Era el momento de la interpelación. Es decir, ofrecer un repensar aquello que parecía tenerse claro. Replantearse, es decir, repensar. Y debía volver al inicio de la charla. Convocar a aquellos que habían hablado primero. Tejer nuevos hilos de atención y sumar a los que aún no habían hablado.

-A los que tienen hermanos chiquitos, primos pequeños o conocen bebés . ¿Qué hacen los adultos cuando los más peques lloran, lloran y no paran de llorar?
-Los levantan y les cantan…, dijo -sin dudar- una de las chicas que se encontraba atravesando por esa realidad en su casa. Eureka, me dije. Me estaban dando el primer pie para poder subir ese paredón que me proponía esa charla.

-Bien, eso que les cantan es poesía. Lo primero que recibimos todos -poco después de nacer- es la poesía en forma de canción de cuna. Y les tengo una noticia: «todos los que levantamos un bebé que llora, somos un poco poetas». -Afirmé.

No era momento de hacer mucho silencio. Debía de apurarme. Los adultos en parte sonreían. Otros, se mostraban desconfiados. Pero la mayoría, atendía. Era momento de terminar el truco de magia y captar a los que rodeaban al grupo de pequeñes.
«Cuando los bebés, comienzan a llorar cada dos horas por hambre, y luego a eso se le suman los pólipos, los dientitos, etc, etc, etc. Los adultos los levantan, ya cansados por la falta de sueño. Agotados y con poco resto físico e intentan mecer y cantar canciones de cuna. Pero es en ese momento que las letras de las canciones van desapareciendo y se van creando nuevas canciones. Y sin darse cuenta empiezan a componer versos propios… Lo mismo sucede cuando los niños crecen y en vez de poemas son cuentos para dormir los que se van inventando. Así, es que de a poco, todes nos vamos haciendo un poco escritores o poetas»…

¿Qué es la poesía?
El concepto de la poesía en sus vidas estaba listo. Era el momento de plantear qué es la poesía. Allí les niñes estaban llamades a su juego. Romper la lógica, decir más con menos y algunas cosas más. Más tarde llegó una suerte de taller oral de poesía en el que intervinieron armando algunos versos orales, niñes, padres, madres, abuelas, tías y, hasta, las seños. Todes elles se animaron a jugar con las ideas, con las palabras. Yo, también, volví a soñar con -por un rato- ser docente.

Más tarde, con los adultos, llegó la charla sobre el silencio en la poesía… Pero eso, quizá, sea para otro posteo. 
Gracias César Suárez y Mauricio Cappiello, por la invitación. 
Gracias a la Biblioteca Popular A. Novaro, por el lugar en su carpa, para hacer la actividad. 
Gracias C. Bregy por la gestión con la escuela.
Gracias Piero… 
Por Leandro Murciego

Si te interesa saber más sobre el acto poético u otros temas vinculados con el proceso de escritura, dejame un mensaje. Me dedico a trabajar procesos creativos de novelistas, cuentistas, poetas, ensayistas, etc, crear o reformular metodologías de trabajo, y hábitos de escritura, entre otras cosas. Escribrime aquí, te espero.
 
							 
									
						
Deja una respuesta