«Los escritores somos más lo que pensamos que lo que escribimos»

Nunca me cansaré de decirlo. El arte no es fruto de un don, sino -más bien- de trabajo. La escritura demanda -para simplificarlo- dominio del lenguaje (gramática, sintaxis), creatividad, disciplina para escribir, metodología de trabajo, constancia, curiosidad para buscar, paciencia y temple para revisar -una y otra vez- la obra, y mucha lectura, pero mucha lectura.

Dicho de otra manera, el oficio de escribir es un trabajo que demanda mucho más que escritura. Es preciso desarrollar habilidades narrativas y aprender a recibir críticas y -por sobre todo- a interpelarse. El artista debe estar preparado para generar y/o generarse preguntas -más que respuestas-.

Entonces, si la escritura es un trabajo que demanda dedicación, formación, orden, compromiso y, por sobre todo, mirada crítica. No es verdad que para dedicarse a las letras sea necesario haber egresado de alguna de las carreras vinculadas con la literatura.


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Si hacemos un simple recorrido por algunas de las profesiones de los más importantes escritores, descubriremos que muchos de los más reconocidos no pasaron -ni por la puerta- de esas casas de estudios, pero no por ello dejaron de dedicar tiempo de su vida a las letras.

Sólo para mencionar a algunos me animo a citar a, por ejemplo, Ernest Hemingway y Josep Pla fueron periodistas. J.R.R. Tolkien, C.S. Lewis y Nabokov fueron profesores(los dos primeros, de Oxford; el restante, de Cornell). Louis-Ferdinand Céline y Pío Baroja (estudiaron carreras vinculadas con la salud); mientras que Thomas Pynchon y Jack London se ganaron la vida embarcados (el primero formó parte de la marina, mientras que el otro fue cazador de ballenas).  Tampoco salieron de los riñones de carreras literarias ni Franz Kafka (agente de seguros) ni Charles Bukowski (cartero) ni Roberto Bolaño (lavaplatos, camarero).

Está claro que lo que los unía a todos ellos era la pasión o el amor por la escritura. Hacerlo por salud, por necesidad, por urgencia, por no entender la vida de otra forma. Hacerlo contra viento y marea, si es que la marea y el viento pueden oponerse a la escritura.

Cortázar y el secreto de su escritura

Julio Cortázar fue, para decirlo de forma poética, víctima de la escritura. Él no se le podía resistir, cuando ella llegaba. Cortázar parecía pausar el mundo y se entregaba a ella, sin más. Según el autor de Rayuela, la escritura demandaba una gran libertad creativa, mucha intensidad y una búsqueda profunda y -por momentos- irracional. Él enfatizaba que la escritura, al igual que el proceso creativo, no tiene reglas fijas. Cuando la inspiración o la energía creadora lo tomaba, todo el resto pasaba a un segundo plano.

En más de una entrevista llegó a afirmar que, en el caso de sus textos fantásticos -y en especial en sus cuentos-, él sabía cómo comenzaba el texto, pero que desconocía el destino que le esperaba, tanto al texto como a él mismo. Sólo con el correr de la historia él iba descubriendo la suerte que les esperaba. Escribir, de algún modo, para él era una aventura tan incierta como apasionante.

Por su parte, cuando Cortázar hablaba sobre el cuento, él planteaba que este debía ser contundente y cerrado. Además, tenía que generar una unidad de impresión, todo ello combinado con una gran cuota de intuición, juego y ritmo (dicho de otra forma, debía tener el «swing» del jazz) para atrapar al lector y hacerle sentir que la historia nace por sí misma.

A la hora de hablar del trabajo del escritor, Cortázar planteaba que «este se da de una manera, en donde hay una especie de ritmo (que nada tiene que ver con la rima y con las aliteraciones). Una suerte de latido o de swing como el del jazz que si no está en mis obras yo las descarto. Y las vuelvo a escribir», afirmaba.

Sin dudas, para Cortázar, la escritura era un acto de libertad donde el juego, visto con la seriedad infantil, es fundamental para crear mundos estéticos, combinando intelecto y fantasía. Su propuesta filosófica-lúdica era «el juego como escritura», quizá la forma de lograr unir de uno o más saltos la tierra con el cielo…

El método versus el caos

Cada maestro con su librito, dicen. Yo, en cambio, prefiero pensar cada une con su proceso. Sin dudas, no existe una forma única de escribir ni una novela, ni un cuento, ni un ensayo, y -tal vez- mucho menos un poema.

Para trabajar en el proceso creativo y de escritura de cada artista, es preciso, comprender su manera de pensar, de sentir y de vislumbrar los tiempos de concepción, los recursos literarios, la mirada crítica y la metodología de escritura y de edición que cada uno poseé. Las aristas que forman parte del proceso creativo son muy diversas. Todas ellas son válidas, pero también plaucibles de enriquecimiento y/o de modificaciones.

A lo largo de los años y luego de mucho trabajar con escritores/as fui comprendiendo que el arte está en la pausa y en la observación, más que en el hacer. Y que el acompañamiento de los procesos de escritura también transita por caminos similares.





Detenerse. Observar. Analizar. Y decidir son pasos cruciales a la hora de pensar en la creación o en la modificación de un proceso de escritura. Nombrar es un gesto identitario. Poner en palabras valida, siempre. Da entidad. Todo lo que se menciona existe. Y eso, permite y/o facilita poder trabajar sobre ello. Es por todo esto que, a mi entender, resulta vital pensar en la función de la escritura, el rol del escritor y el quehacer del artista.

Desde Apalabrarte.com.ar trabajo en los procesos de escritura y en las creaciones identitarias, entiendo que los textos siempre son una consecuencia. Una hermosa consecuencia que jamás pueden escindirse de quien los crea.

Coaching Literario (encuentros virtuales e individuales creados para cada artista).

Consejos para los que quieren ser escritores

  • Lectura constante: Esto es fundamental para la creatividad y el aprendizaje. Leer con hambre de lector y, luego, releer con curiosidad de escritor.
  • Rutina y disciplina: Muchos establecen horarios estrictos de escritura, como Haruki Murakami el recomienda a los que quieren escribir que se levanten a las 4 a.m para iniciar con su trabajo literario. Es preciso dar forma a una metodología de trabajo, de ser posible con días y horarios, esto es cierto, pero ojo, ni tan Murakami, ni tan poco.
  • Experiencia de vida: Las experiencias en otras profesiones a menudo nutren las obras literarias.
  • Habilidad para investigar: Esta es necesaria tanto para trabajar la credibilidad en la ficción como para abrir nuevos mundos temáticos en la no ficción.
  • Corrección y revisión: Parte esencial del proceso creativo, buscando la excelencia (esta la podemos hablar y/o discutir).
  • Creación de una mirada crítica y de un pensamiento acorde: No somos los peores, nunca; pero tampoco sus opuestos. Es preciso adquirir la interpelación como herramienta para todos nuestros textos. Crear preguntas, no en busca de respuestas, sino de nuevas propuestas o alternativas o conflictos para el texto.



Para ir concluyendo, ser escritor es un oficio que combina creación artística con diversas realidades laborales; muchos autores famosos no vivieron solo de sus libros al principio, sino que debieron dividir sus esfuerzos entre la escritura y otros trabajos, antes de dedicarse plenamente a las letras.

Por Leandro Murciego
Escritor y Coach literario

Si te interesa saber más sobre el acto poético u otros temas vinculados con el proceso de escritura, dejame un mensaje. Me dedico a trabajar procesos creativos de novelistas, cuentistas, poetas, ensayistas, etc, crear o reformular metodologías de trabajo, y hábitos de escritura, entre otras cosas. Escribime aquí, te espero.


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