Para mucha gente casi no existen diferencias entre la identidad del escritor, la voz literaria y la voz poética, pero no es así. Estas tres opciones (que son el eje del 2do encuentro de «Poesía en 4 pasos -capítulo 2-«), más allá de estar íntimamente ligadas, son partes fundamentales de los procesos artísticos. En este artículo de Apalabrarte tratará de echar un poco de luz sobre estos temas.
La importancia del nombrarnos
Sabido es que el nombre es nuestra primera seña de identidad, aquello que nos identifica, que nos diferencia y que nos da entidad. Somos ese y no otro. Llamar por el nombre a una persona es reconocerla. El acto de nombrar al otro, por medio de su o sus nombres, es una de las primeras definiciones más particulares que podemos hacer, genera vínculos, acorta distancias.
El apellido es algo relativamente nuevo, y en algunas culturas no existía casi hasta la contemporaneidad, pero el nombre está ahí desde miles de años.
La identidad

El nombre, repito, es nuestra primera seña de identidad. Pero existen muchas otras. Pensar en la identidad es pensar en un fenómeno subjetivo, y como tal, único. La identidad, sin dudas, es una construcción que está determinada por una multiplicidad de factores, que singularmente comienzan con el nombre y continúan con las características personales, con las experiencias personales, con la historia familiar, las influencias culturales, económicas y políticas. Pero hay más, la identidad individual se construye simbólicamente en la interacción con los otros. Los otros, en la interacción con nosotros, nos definen y viceversa.
La identidad literaria

Entonces, si entendemos esto, será mucho más sencillo poder comenzar a pensar juntos la importancia de la identidad en la literatura tanto para el autor/a como para el texto. Es decir, poder poner nombre, -que es como decir poner en palabras- la construcción identitaria de un/a artista colabora mucho a la hora de escribir, ya que al artista esa suerte de definición le pone un norte creativo o un marco para desarrollar la obra.
La identidad artística define, pero a la vez potencia. Es decir, que se convierte -de algún modo- en una suerte de rector. Ahora bien, qué compone la identidad artística. Los componentes de la identidad literaria son muchos y variados.
Sentirse escritora o escritor es una forma muy efectiva de progresar en la senda de la escritura. Esta construcción, que permite que el artista se reconozca como escritor/a invita a construir un hábito literario. Es decir, a trabajar metodológica y sistemáticamente en el proceso creativo, en este caso en el de la escirtura.
La identidad literaria o identidad de escritor o escritora puede convertirse en una herramienta que puede ayudarte a alcanzar tus objetivos de escritura y a convertirte en el autor/a que deseas ser. La identidad literaria, como la de la vida, está compuesta de nuestro pasado y/o origen (en el caso de la literatura podría afirmarse a quienes me formaron y a quienes leí), nuestro presente (esta mirada se basa en la pregunta: ¿quién soy?) y en mi meta o mi «norte» futuro (que se podría traducir en: ¿quién quiero ser?).

Si se logra responder a estas tres preguntas podríamos, de algún modo, dar forma a la construcción de identidad. En los procesos de coaching literario y/o de mentoring literario la construcción de la identidad se define en dos o tres encuentros de la mano de tres o cuatro actividades que ayudan a quitar el velo a las temidas preguntas: ¿quién soy? y ¿quién quiero ser?
Tanto la identidad literaria como la personal son constructos que van cambiando todo el tiempo, pero a pesar de ello es conveniente tratar de ponerla en palabras y, de algún modo, establecer un punto de partida artístico. Este punto de partida se basa, sin dudas, en la respuesta a las dos preguntas antes planteadas. Si sabaemos quienes somos y, además, quienes queremos ser podremos definir el camino para lograrlo de forma certera. Esto permitirá, no sólo, obtener mejores textos sino, también, apelar a las herramientas más apropiadas para lograrlo.
Diferencia entre identidad literaria y voz poética

Sin dudas, las características que da forma a una voz poética -su manera de expresarse (coloquial, formal, etc), los temas que lo o la interpela (sociales, personales, políticos, filosóficos, etc), tan sólo para mencionar algunas características- forman parte de la identidad literaria de un autor o de una autora. Pero esta identidad está delineada, también, por cuestiones estéticas, filosóficas, culturales, entre tantas otras aristas.
Vale la pena mencionar que la identidad artística excede a la voz literaria. Esta última es una herramienta que permite llegar de forma certera al lugar deseado por el autor/autora, ya sea en una producción artística, llámese obra, como en su meta literaria. Es más, la identidad literaria puede estar formada por múltiples voces literarias. Es decir, la identidad da cuenta de algo mucho más profundo.
Ésta, sin dudas, es una definición constitutiva -que por lo general- excede el ámbito artístico/cultural. En todos los órdenes de la vida, la identidad es una cuestión ontológica, que analiza al ser en tanto que es. La identidad literaria -fruto de una construcción consciente, inconsciente y social (aquí intervienen todas y no sólo alguna de estas facetas)- se encuentra en permanente evolución. Es decir, que todo el tiempo la identidad se va modificando. Se desarrolla, crece, se modifica, se ratifica, se construye, se deconstruye, se define, redefine. Y repite el proceso una y otra vez, en este y otro orden.
La identidad de la autora y del autor está vinculado con el tipo de artista que cada cual elige ser o construye para sí y para los demás. Es el “Yo soy” pero con centro en el arte, sin dejar de lado los valores personales.
Pensar la identidad es, de algún modo, un hecho subversivo, distópico y fundacional. Nada más contra-sistema que tomarse un tiempo para saber quién se “está siendo” y quién se quiere ser. Pensar nuestra identidad y definirla o redifinirla (si es que queremos cambiarla) es una propuesta revolucionaria tanto como hacer poesía.

Este ejercicio reclama una pausa en la vorágine laboral del artista. Pensar qué se es y quién se quiere ser es un acto antisistémico, disruptivo que podría ser tildado de subversivo. Es decir, que viene a desafiar la norma de la producción constante. Pensar qué se está haciendo o el por qué o el cómo hacerlo propone un alto en le quehacer. Transformándose así en un desafío antimercado. Para ser más claros, en los períodos donde el tiempo se define como dinero, la pausa-reflexiva, en este caso la propuesta para repensar o pensar la identidad, se vuelve contrasistema.
La duda o la reflexión no son redituables para el sistema económico, tanto como la poesía -una de las grandes ignoradas por el mundo editorial-.
La construcción de la identidad lleva consigo o, mejor dicho, detrás, un andamiaje de construcción de pensamiento o ideológico. La ideología es un conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, de una colectividad o de una época, un movimiento cultural, religioso o político, entre otras tanras posibilidades.
Ahora, volviendo al proceso de construcción artística de un escritor, el pensar quién es y quién quiere ser es una prioridad para aquel que quiera transitar el mundo del arte siguiendo su propia bandera. Esta se convierte en una piedra fundamental en la que se basará todo el proyecto artístico. Esta piedra es uno de los puntos de partida de la gran construcción artística/cultural. Construcción que en muchos casos logra ir de la mano del desarrollo de la identidad personal.
¿Pero para escribir es preciso saber quién soy? ¿No se puede descubrir a medida que se escribe? La respuesta a estas preguntas a ambas preguntas es: Sí. Sí, se puede escribir sin saber quién se es. Y también se puede descubrir quién se es a medida que se va escribiendo. Ahora bien, el camino artístico es más gratificante, directo y hasta más productivo -a nivel personal- y prolífico -en cuanto a cantidad de obras se hable- si se transita con un norte claro.
En algunos casos, el primer paso de la construcción de la identidad literaria puede marcar, de algún modo, una coincidencia con aquella primera versión de la voz literaria y/o de la voz poética. La voz literaria (la poética la veremos más adelante) es una herramienta para reflejar o alcanzar la identidad buscada.
La voz literaria es, por sobre todas las cosas, una forma de decir aquello que nos conmueve. Una forma que nos será y le será funcional o útil por un tiempo tanto al autor como al lector. Esta voz, con el tiempo, irá cambiando independientemente o no de la identidad literaria de la autora/o. La voz literaria como la cebolla cuenta con varias capas. A medida que el autor va creciendo, sumando letras a su trayectoria, va desarrollando nuevas pieles.
Pero la identidad literaria va más allá de la voz literaria y se expresa en cada gesto artístico que el escritor o la escritora toman. El título que se elige para el libro, el tipo de título que se elige para nombrar a un poema o el nombre del capítuo de una novela. La ubicación que se le da tanto al título como al texto dentro de la denominada geografía de la página también son determinaciones que van dando forma a la identidad artística de los escritores/as.
Para ser más claro, toda determinación que se tome tanto sobre como enderredor del texto es un matiz -no menor- que definirá la voluntad del artista y que dejará en claro la identidad de quien escribe.
Qué es la voz poética

La voz poética es la forma en que un poeta expresa sus ideas, emociones y experiencias en un texto. Esta voz suele ser subjetiva y que parece hablar directamente al lector.
La construcción de una voz poética puede llevar mucho tiempo y ser utilizada o lograda en un sólo texto o muchos. Un libro puede estar formado por varias voces poéticas. Es más, un poema -por lo general- extenso puede estar integrado por varias voces, creando -por ejemplo- una obra coral.
Se podría definir la Voz poética como: “ una expresión que denota el estilo integral de quien habla en el poema -que no tiene por qué ser el propio escritor/a-.
Para muchos, la voz es la suma de los recursos poéticos y las reglas gramaticales empleadas, asociadas con el estilo literario de un poeta en particular. Es lo que distingue a los poetas entre sí.
A la voz poética, también se la conoce como «Yo poético», el cual habla en los textos. Para algunos analistas, este “yo poético” es el mediador del poeta, que dialoga, propone, sugiere, induce y seduce al lector.
Entonces, el yo poético o la voz poética son herramientas del escritor/a, de las cuales puede hacer uso en diferentes situaciones.
La voz poética suele ser el resultado de un hallazgo, que en la mayoría de los casos vino de la mano de una búsqueda. Es interesante aclarar que cada uno busca aquello que no tiene y que cuando lo consigue debe aprehenderlo. Es decir, hacerlo propio. Situación esta que se logra con la utilización del recurso en forma reiterada y con diferentes fines.
¿Se puede utilizar más de una vez la voz poética en varios textos? ¿Es la misma voz la que está puesta en juego? ¿Puede replicarse un recurso o se trata de uno similar? Para responder a estas preguntas es conveniente recordar al filósófo Eráclito. Él decía que una persona no puede bañarse dos veces en el mismo río. Entonces, siguiendo el pensamiento me animaría a preguntarme aunque sea el mismo río es la misma agua. ¿Si uno utiliza la voz poética ya lograda en otra oportunidad hará uso de la misma o de una similar? ¿Será igual a aquella primera o será parecida, aunque mejor? Las preguntas se multiplican y ellas permiten en cada intento de respuesta un nuevo crecimiento que nos transforma de forma ontológica.
Si tuviese que aventurar una respuesta creo, como Eráclito, que una persona no se baña dos veces en el mismo río ya que el río no es el mismo, pero más aún que tras aquel baño anterior tampoco el bañista es igual. El acto transforma tanto a aquel que se arriesga al baño como al agua que lo toca. Cada vez que el escritor se expone a utilizar una voz poética, esta cambia casi tanto como él. Y en cosencuencia se modifica -de alguna forma- su voz literaria y hasta su identidad -aunque claro, en diferentes medidas-.

Como decía Violeta Parra: «Cambia lo superficial / Cambia también lo profundo / Cambia el modo de pensar / Cambia todo en este mundo / Cambia el clima con los años / Cambia el pastor su rebaño
Y así como todo cambia / que yo cambie no es extraño…/ Cambia, todo cambia«
A modo de síntesis, podría decir que la suma de herramientas literarias, entre las que se encuentra la voz poética, dan forma a la voz Literaria del escritor/a. Ésta última es algo más grande que incluye a todos los recursos que el o la artista tiene. Y estos recursos permiten expresar la identidad artística o literaria de aquel que se reconoce como escritor.
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