Aquí comparto alguno de los poemas de «Identidad», el primero de mis poemarios, que nació en 2014. Ahora que los leo encuentro, felizmente, una voz poética distante y pobre. Digo felizmente, porque -sin dudas- crecí y lo noto no sólo en las temáticas, sino también las formas. Comparto aquí algunos textos de un libro que quiero, que miro con ternura, pero que me quedó viejo.
…“Somos todo aquello que elegimos,
lo que desechamos, lo que recordamos
y hasta lo que arrojamos al olvido.
Todos los ´Antes- Pasados´,
la memoria colectiva, las decisiones que tomamos
y aquellas que están en lista de espera.
Somos todos, desde aquellos que amamos
hasta los que odiamos… “
Leandro Murciego
(Damero)
Hijo de algún Buendía
yo nací en Macondo,
a la hora de la siesta,
en la decimonovena línea
de la página cuatro.
Cuando la esquina se pintaba de naranja
y el sol se filtraba por las hendijas
de la persiana del comedor.
Creo que tenía quince años.
Buscaba aún el mar esmeralda
y creía en esos milagros paganos;
que todos llamaban magia.
Crecí de golpe,
en unas cuantas tardes.
Luego de algunas páginas
perdí la ingenuidad y comprendí
que no todo Buendía…
tiene siempre un buen final.
(Nací en Macondo)
Se viene la lluvia
siento la humedad
en cada uno de mis 206 huesos,
en la cara y seca de mi lengua,
en la vereda de enfrente,
de mi manzana original
y hasta en el envés de mis heridas.
Se viene la lluvia
me lo dice la palma de tu cuerpo
y trae una tormenta de recuerdos;
viejos cuadros ganados al olvido.
(Memoria)
Reír a chaparrones,
a océanos, a ríos,
a cataratas y a desiertos,
hacerlo sólo y acompañado
con una y por todas.
Reír por todas las veces en las que lloramos
a mares, a médanos, a playas de estacionamiento;
a caracolas, a aguasvivas y a aguas-muertas…
Por todas las veces que descosidamente
lloramos a corazón partido,
a lágrima suelta a moco tendido.
Reír desde la noche hasta la aurora
y sentirte hiena por un momento y hacerlo sin culpas…
Reír hasta que se caigan los dientes,
hasta que broten las lágrimas,
hasta que los riñones digan basta,
hasta que el intestino delgado se haga grueso;
y dejar que se propague por el cuerpo.
Reír con razón y sin ella,
por causa y por efecto.
Hacerlo de pantalones cortos y al oído,
de pantalones largos y a los gritos
(o de anorac y al teléfono).
Reír en nombre del padre, del hijo,
del espíritu y del santo;
reír por todos los santos, por todos los niños,
por cada una de las vírgenes y por las putas,
(en especial por ellas) y por nosotros
(que no somos tan distintos).
Reír por los días hábiles y por los otros,
hacerlo a dos manos, a cuatro vientos,
a siete mares y dejar que nos asesine la risa,
que lo haga a quemarropa, a mansalva,
que nos ejecute fríamente…
Morir de risa y seguir riendo hasta parirnos
porque vivir no es más que eso.
(Morir y parirse riendo)
Primero fuiste vos la que llenó
todo pero todo, de vacío;
en noches de otros días, uno a uno,
se fueron exiliando nuestros sueños;
más tarde migraron en bandada los recuerdos.
Y ahora ya sin anclas y sin lastre,
estoy listo para empezar;
otra vez todo de nuevo.
(Ciclo cumplido)
En el gris y semioscuro pasillo
que vincula la vigilia con el sueño
sobreviene –desordenadamente- el pasado,
las huellas que dejaron tus caricias,
el eco agobiante de tus besos,
aquello que quise y no ha llegado.
Como un malón enfurecido,
entre gritos y nubes de polvo,
me va robando de a puñados la noche,
me va sembrando un vacío mi pecho
e imperceptiblemente mina de filosos
y oxidados segunderos, la accidentada geografía
del que hasta ayer fue nuestro nido.
(Insomnio)
Los olvidos
son las esquinas,
los pliegues
y las arrugas
de la memoria
que vamos sumando,
mientras nos desvivimos
un poco cada día.
(Esquinas)
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