La página en blanco, territorio a ser conquistado (parte II)

La página en blanco, un territorio para ser conquistado (clic aquí para leer la parte I)

La magia de la poesía no es respetar las reglas, sino, más bien, subvertir. La poesía viene a crear nuevos órdenes y para ello es preciso que el poeta se arme de valor y se anime a salir a crear nuevos universos literarios. Y sin dudas, la inexplorable geografía de la página es una de las tantas áreas a conquistar por el poeta.  

El poema es una construcción cuasi arquitectónica. Por más pequeño que sea tiene una superficie (dada por la longitud de sus versos y por la extensión o duración que está marcada por el número de estrofas). Como toda construcción para ser desarrollada requiere de un territorio, una geografía, la cual podríamos llamar página.

Reconocer el terreno es menester del arquitecto para poder allí llevar adelante su obra. Ésta, en ocasiones, busca integrarse con el paisaje, mientras que en otras oportunidades lo desafía.

Tanto para una como para otra opción, el artista requiere de un estudio del suelo, ya sea para hacer pozos o nivelar la tierra.

Es decir, hacer propia la geografía para poder llevar adelante la obra. El poeta -como buen arquitecto- puede estudiar el terreno/la página en blanco para cimentar allí un gran poema.

Entonces, el escritor llamado a hacer poesía cuenta con dos herramientas fundamentales: el silencio y la musicalidad. La tercera variable -que, sin dudas, colaborará con la identidad del poema- será el uso de la página, seguramente, el territorio poético menos explorado por los autores. 

Cabe recordar que a todo poema lo precede y lo sucede el silencio. El poema viene a disrumpir la calma. Es una explosión-musical en medio de dos mudeces. Para que la poesía sea tal requiere -según Nicanor Parra y Jorge Luis Borges- musicalidad. Y la música está dada por secuencias o estructuras sonoras que se van intercalando para generar una melodía. Aquí, es decir, en la música -al igual que en la poesía- la pausa y el silencio son dos de sus protagonistas. 

Cómo usar la página en blanco

En el caso del lenguaje poético las pausas están dados por el uso de los signos de puntuación (la coma, el punto y coma, el punto, los dos puntos, los tres puntos), los saltos versales, los saltos de estrofas y la ubicación del verso en la página.

La página en blanco es una  inexplorable geografía a conquistar por el poeta

Vale aclarar que la gramática en la poesía varía. De tal manera que muchos autores prefieren escindir tanto de los puntos suspensivos como de los puntos y comas. La argumentación, en esos casos, es que esos recursos gramaticales son reemplazados tanto por los saltos versales como por las separaciones de las estrofas. 

Cada uno de ellos aporta un tipo de pausa diferente -las cuales varían en su duración-, ahora bien.

Tan sólo para ensayar un juego de equivalencias podría intentar hacer una suerte de escalafón:

1°, El salto versal a medio silencio (pero puede combinarse tanto con la coma como con el punto)
2°, La coma equivaldría a un silencio
3°, El punto, a dos silencios.
4°, El salto de estrofa equivaldría a uno (también se puede combinar tanto con la coma como con el punto).

¿Se leé diferente el verso con sangría?

Ahora, bien aquí surge una pregunta, ¿teniendo en cuenta a la página como territorio, será lo mismo un verso que comienza en el margen que aquel que nace entrando o promediando la línea? 

La página en blanco es una  inexplorable geografía a conquistar por el poeta

Este tipo de verso debería tener una pausa mayor, ya que el punto de inicio del texto no sólo sirve para reafirmar tanto lvisual como lo conceptualmente una palabra o una frase, sino también para establecer un decir distinto. Allí, el silencio toma un mayor protagonismo. Es decir, el género poético cuenta con una gramática propia, extraña al resto de la literatura. 

Si tenemos en cuenta a la página en blanco como un escenario a explorar, también se puede pensar en diferentes propuestas en las que el decir poético llega de la mano de las construcciones de formas o de ubicaciones, entre otras variables.

En este juego de apropiación del espacio se pueden imaginar textos que imiten formas humanas, de objetos o de símbolos. También se pueden hacer dialogar estrofas enfrentándolas entre sí. Escribir poemas circulares o espiralados o laberínticos. Hacer que el texto tome cuerpo de que aquello que dice, que se haga lo que sostiene. Es decir, que sea lo dice que es. 

La hoja en blanco es una invitación a dar un paso más en el manejo del texto, en el decir poético. Sin dudas, La elección espacial puede aportarle nuevos o más ricos significados tanto a las palabras como a los versos.

El síndrome de la página en blanco


Muchos autores a la hora de enfrentarse a una página o en blanco comienzan a sentir angustia, ahogo y, algunos, arriesgan a decir que se encuentran frente al temido síndrome de la página en blanco o bloqueo de escritura.

Lo cierto es que en la mayoría de los casos sólo se trata de un conjunto de síntomas (entre los que se destacan: malestar, miedo, ansiedad, etc), pero lejos está de encontrarse al temido bloqueo literario. Los que saben, sostienen que estas manifestaciones pueden deberse a una combinación de factores como la presión por la entrega de un material, la autoexigencia (el perfeccionismo), el cansancio, el miedo al error y la falta de lectura, entre muchas posibilidades.

En muchas ocasiones esto se debe a que las personas subestiman la tarea del escritor y no prescinden tanto de hábitos creativos como de metodología de trabajo. Otro factor que colabora con la pérdida de ideas es tanto la falta de lecturas como de conocimiento de su proceso creativo.

Cómo superar la parálisis creativa

Sin dudas, para superar el estado de parálisis creativa se pueden probar algunos consejos como que en muchos casos suelen venir de la mano de una disciplina conocida como “Escritura creativa”. Por medio de ella se pueden realizar algunos ejercicios que inviten tanto a estimular el desarrollo de las ideas como a perder el miedo por ese territorio inexplorado llamado página en blanco o territorio virgen o libre. 




Ahora bien, el «síndrome de la página en blanco» o bloqueo creativo es una manifestación que puede afectar a los escritores (sobre todo a los principiantes) en diferentes momentos de la vida y suele estar generado por varios motivos.

La duración puede ser cuestión de horas, días, semanas y hasta meses. En muchos casos, motivos tales como la depresión y las situaciones de estrés suelen ser instigadores del tan temido síndrome. El primero en ponerlo en palabras fue el psicoanalista alemán Edmund Bergler, en 1947. A diferencia de lo que muchos creen esto no es exclusivo de escritores, sino que suele a atacar a las personas que están vinculadas con la creatividad y con el arte. Entre sus víctimas se encuentran, también, escultores, pintores, diseñadores, dramaturgos, etc.

Tres años más tarde, Bergler lo convirtió en un tema de estudio, siendo este el eje de su obra The writer and psychoanalisis.

Cómo evitar el síndrome de la página en blanco

Entre las propuestas que, por lo general, se ofrecen para romper con el «Síndrome de la página en blanco» se destacan:

  • Escribir a mano
  • Establecer una rutina de escritura
  • Mantener las expectativas en un nivel realista
  • Organizar mejor el tiempo
  • Preparar el espacio de escritura

Escribir a mano

Escribir a mano estimula más el cerebro que si para hacerlo se utiliza un teclado o una pantalla, ya que involucra áreas relacionadas con la memoria, la coordinación motora fina y la percepción visual. Es por eso que los científicos y los neurólogos recomiendan no sólo sostener el hábito de la escritura manual, sino que además instan a hacerlo con letra cursiva.

Ésta metodología de escritura ofrece una gran cantidad de beneficios entre los que se destacan: mejorar la memoria, prevenir el deterioro cognitivo, mejorar la capacidad de lectura y de escritura, favorece la creatividad y el pensamiento crítico. Además, mejora la organización espacial y la coordinación ojo-mano (visomotora). Otra de las bondades que otorga es una mayor conexión personal. 

En la República Argentina, un estudio realizado por la Universidad de San Andrés sostiene que la escritura a mano no sólo que aumenta la creatividad, sino que colabora con el desarrollo de la inteligencia cerebral. 

Además, escribir a mano permite adentrarse en los pensamientos y emociones, lo que puede resultar fundamental para el bienestar psicofísico y el crecimiento personal.
Por último, escribir a mano ayuda a prevenir o retrasar la aparición de enfermedades de deterioro cognitivo, como el alzhéimer o la demencia senil.  

Para concluir, la página en blanco, en ocasiones invita a la pausa. Y la pausa es, por sobre todas las cosas, un gesto poético que viene a interpelar al sistema, de allí su gran importancia en el quehacer del poeta.

Por Leandro Murciego

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“La página en blanco es un territorio a ser conquistado”

Por Leandro Murciego

Para muchos autores, a la hora del silencio literario -la pausa de escritura o la falta de la inspiración-, la página en blanco se convierte en uno de los mayores cucos. Su simple presencia aviva los más diversos fantasmas que le abren el paso a los tan temidos «juicios de valores». De allí, que una gran cantidad de artistas busquen escaparle a ese conflicto, sin ver que en él se encuentra uno de los mayores trampolines para repensar y transformar el texto. O, dicho de otra manera, la posibilidad de hacer de ese texto una obra artística. Es por ello que la página en blanco es un territorio a ser conquistado por el poeta.

Según algunos autores, la página en blanco es un espacio donde habitan: el silencio, los fantasmas, los miedos. Dicen que el miedo a lo desconocido es una de las respuestas más naturales del ser humano. Y que el miedo, es una reacción -que compartimos con los animales- que nos ayuda a sobrevivir. 

Foto de miedo (fuente Freepik.es)

Arranquemos por lo más sencillo, es decir, la definición de la página en blanco. Ésta es un tipo de papel “sin patrones (aparentes)”, líneas ni colores preexistentes. Este tipo de hoja suele ofrecer más libertades a quien la aborda, pero -a la vez- menos normas. Esta fórmula para muchas personas suele convertirse en un inconveniente complejo, que podría definirse como la “libertad que ahoga”. Pero quiero volver a  la sentencia “sin patrones aparentes”, este tipo de página tiene una norma, tan clara como potente: la superficie (es decir, sus dimensiones). Ésta se convierte en la posibilidad y, al mismo tiempo, en el límite. Es decir, donde comienza la página, donde amanece la hoja, nacen todas las posibilidades, pero a la vez ese mismo marco que invita a la creación es el que se convierte en el propio límite de la misma. 

La página en blanco como problema

Hay que aclarar que página en blanco se presenta como un inconveniente u obstáculo cuando el artista carece del impulso de la escritura. En los momentos en que las personas se encuentran “en vena” (es decir, que cuentan con la “inspiración”, la idea o el deseo de llevar adelante la labor de la escritura -tema para otra charla, capítulo o artículo-) jamás la página en blanco se presenta como un obstáculo, un impedimento o un espacio intimidante capaz de generar los más diversos miedos. 

Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE) el miedo es “la angustia por un riesgo o daño real o imaginario”. Otra acepción, que ofrece la institución -fundada en 1713- que vela por la lengua española, es que se trata de un “recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”. 

Algunos especialistas explican que el cerebro humano a la hora de enfrentarse a algo nuevo recurre a experiencias pasadas para saber cómo operar ante ellas. Pero, en ocasiones, cuando se trata de algo desconocido, le es imposible encontrar pistas que le sirvan por lo que se genera una sensación de temor y ansiedad.

En mi experiencia -fruto del trabajo realizado con una gran cantidad de autores, por medio de los procesos de coaching literarios o mentoring para escritores,-, algunos artistas encuentran en la página en blanco un oscuro abismo que los confronta con un -temido- sentimiento de vacío (también llamado -por los psicólogos- vacío existencial). Este sentir -más común de lo que creemos- suele venir de la mano de la pérdida de la motivación y del interés (lo que para muchos autores se traduce en el miedo al bloqueo creativo). 

Otra de las sensaciones que llegan con el “vacío” o “vacío existencial” es el de “sentir o creer que no se tiene nada adentro”. Sin duda, se trata de un sentimiento negativo asociado frecuentemente con el sufrimiento y el conflicto. 

¿El conflicto es un problema? 

En mi entender, el problema no es el conflicto, sino la forma y la predisposición con la que se lo aborda. Este puede ser angustioso, pero también puede ser vivido como una oportunidad para conocerse o para probar nuevas formas de resolución. Esta última opción, sin lugar a dudas, permitirá descubrir nuevos modos o posibles abordajes que traerán experiencias  nunca antes vividas. Sin lugar a dudas, elegir este camino permitirá forjar una nueva arista de nuestra identidad artística.

Si unimos las afirmaciones antes mencionadas, tomando como punto de partida el proceso literario y a la página en blanco como centro de análisis, podríamos darle forma a una suerte de definición, que -quizá- ayudaría a comprender uno de los tantos efectos que causa este escenario a una gran cantidad de escritores. 

La página en blanco puede presentarse como una angustia o un riesgo imaginario o, bien, como el fantasma de o temor de enfrentarse a lo desconocido. Para algunos autores la página en blanco es sinónimo o manifestación concreta del llamado bloqueo creativo o de escritura.

Pero lo cierto es que la página en blanco es sólo eso: un territorio libre para ser conquistado por el poeta. 

Ésta, sin dudas, puede convertirse en una gran aliada de quien escribe. Allí las palabras y los versos pueden tomar cuerpo, destacarse o intentar perderse entre sus propios pares.



Pero la página en blanco invita a que los autores puedan disfrutar de ella como los niños lo hacen en la plaza. Allí el límite es casi propio. Para el poeta, en la página todo está permitido. No existe una norma preexistente. Cada cual, como en el Anton Pirulero, podrá tratar de dar forma a su juego. Sólo se requiere: originalidad, ganas de divertirse-jugar (pero en serio) y audacia para crear un universo propio.

Este último punto quizá sea el más importante. La página en blanco, permite al autor crear un territorio con normas propias, las cuales deberían ser claras y constantes. Es función del artista crear el juego y dejar a la luz la regla o las normas. De no suceder así para los lectores, ese juego se convertirá en ininteligible. Un trabalenguas reservado sólo para pocos. 

La página en blanco ofrece una gran cantidad de posibilidades, las cuales irán variando según la capacidad de juego del artista y del pacto que esté dispuesto a realizar con el lector. 

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Hacer poesía en la escuela

La docencia es una de las formaciones que menos he desempeñado en mi vida laboral, pero que amo en todas sus formas. Ayer, formé parte del V Encuentro de Escritores en la Escuela Australia junto con Silvia Crespo , Carlos Norberto Carbone , Marta Peralta, María Laura Burattini , Karina Lerman y Fabian Leppez.

Lo cierto es que cuanto más grande estoy, más lo disfruto, más juego. Fui con la idea de Leer 4 textos y de mostrarle a ese grupo de 7° grado que la poesía no sólo está presente en su vida sino que es una forma de decir diferente, de pensar, de ver la vida. Iba con la idea de buscar la proximidad con entre ellos y la poesía.

Necesito ponerlo en palabras…

Cuando entré al aula, cada cual estaba en la suya, pocas ganas de darme bola. Sólo algún saludo y un par que desde el fondo me mostraban que sabían mi nombre (ahí aparecieron los primeros hilitos de donde tirar la piola…)

Los 32° no ayudaban, la hora menos, ya habían almorzado hacía un rato y la digestión jamás es aliada de la concentración. Para despertarse era necesario que ellos hablarán y de ser posible un poco de ruido.

Después de la presentación de rigor, la mía, parte la dijeron ellos y parte la completé yo. Había ido con la remera que tiene la ilustración de la tapa de mi primer libro: Identidad: fondo negro y los dos piecitos dibujados con líneas cual si fuesen unas huellas dactilares.

Leandro Murciego (poeta, periodista, coach literario) hablando en la presentación de la segunda jornada del V Encuentro de Escritores en la Escuela Australia

Hablamos de la primera muestra identitaria que se les toma a los bebés cuando nacen (la de los pies), del registro de las huellas dactilares de ellos y de las mías e infirieron a que tanto la remera, como la tapa de mi primer libro, era una metáfora. Y arrancamos a construir algunas, juntos, en el aire.

Bien, ya logramos establecer que le poesía cuenta de metáforas o que es una forma de «metamorfasear» de decir distinto, rompiendo la lógica.

De allí saltamos a ¿Qué es la poesía?

Y a partir de allí. la magia. Hubo varias respuestas (eso ya era bastante -7 minutos de charla y estaban participando varios y atentos, la mayoría-). Entre las respuestas apareció una que invitó a que tomara el camino de la música: «La poesía, es un conjunto de palabras que tienen rima (los defensores de los versos libres debemos trabajar con ello), armonía y ritmo».

Leandro Murciego (poeta, periodista, coach literario) hablando en la presentación de la segunda jornada del V Encuentro de Escritores en la Escuela Australia. Hubo lugar para las preguntas. Los chicos tenían mucho que decir.

Eureca, eso me habilitó a hablarles de dos autores Nicanor Parra y Jorge Luis Borges. Y les dije: «Para Parra, poesía es la prosa que se mueve. Dicho de otra manera, es la prosa que danza. Y cuándo se danza, con la música». Entonces, la poesía debe tener movimiento, músicalidad.

Borges, por su parte, dijo que la «Poesía es un volver a la esencia del lenguaje» y eso nos lleva a Grecia y allí, los primeros que recitaban poemas eran los AEDOS, que eran los trovadores (los que decían poesía con música).

Entonces, ya teníamos definida la poesía y sumados cuatro conceptos: musicalidad, ritmo, armonía y metáfora. Ah, perdón, a mi disgusto también la rima (pero iba a servir, a la larga en la charla). Pero teníamos un problema, había que definir la música y alguien dijo: «una suma de sonidos con compaces y que, a veces, lleva letra. Es decir, poesía.»

Los chicos de 7° grado estuvieron atentos, participativos, ocurrentes y se animaron a trabajar la poesía armando versos hermosos.

La cosa iba mejor. Sólo había que establecer si todo sonido era música. Surgió la pregunta: ¿el timbre del recreo es música? Una de las más activas, respondió; no, se necesita que el sonido se corte por silencio». Hermoso… Todo fluía.

Claro, es así, la música y la poesía se alimentan de pausas (silencios), cambios de ritmo y de intensidades. La poesía busca romper el silencio, luego decir algo. Y para poder hacerlo tiene que alterar una estructura. Si hay ruido, crear silencio para luego imponer su pulso. Si lo que impera es el silencio hay empezar con un golpe: verso fuerte, palabra fuerte o sílaba fuerte. Luego, como la música, establecer una estructura o patrón -que en ocasiones se da con la repetición de palabras o estructuras gramaticales, entre otros recursos-.

Teníamos claro, había que llarmar la atención, crear un patrón y, luego, alterarlo. Cómo debía ser esa charla con elles. Yo debía hablar, tenía que hacerlos relacionar y elles tener el impulso o deseo de hablar, participar. Cambiar ritmos, poesía grupal.

Leandro Murciego (poeta, periodista, coach literario) hablando en la presentación de la segunda jornada del V Encuentro de Escritores en la Escuela Australia

Surgió una nueva pregunta: ¿Qué vinculación ustedes tienen con poesía? Respuestas: «Leemos en la escuela», «la escuchamos en la música», “sólo eso”.

¿Están seguros? ¿Nadie hace poesía?
No. Respondieron en grupo.
¿Seguros? ¿Alguien tiene hermanos más chicos? ¿Qué pasa cuando lloran y no se pueden calmar? ¿Y cuándo se despiertan a la madrugada?

La mayoría acordó que se les canta canciones de cuna y que ellas son poemas. Y que, en ocasiones, cuando el cansancio invade, después de tres o cuatro meses de despertarse más de tres o cuatro veces en la noche. Y estar mal dormidos, y cansados hasta se olvidan las letras de las canciones y se comienzan a inventar. Es allí donde irrumpe la poesía, por ejemplo. Pero, claro, ellos no son padres y madres aún -por suerte-, así que quizá resulta difícil llegar a que sean ellos los que hagan la magia.

V Encuentro de Escritores en la Escuela Australia: Leandro Murciego, Silvia Crespo, Carlos Norberto Carbone, Marta Peralta, María Laura Burattini, Karina Lerman y Fabian Leppez.

-¿Quién de ustedes tiene algún familiar que vive en el interior y que no va hace mucho?

Una chica, con nombre de lago, dijo: Benja. Y Benja -cuando me acerqué a él- arrancó: “mi abuelo vive en Corrientes y voy allí los veranos.

-Cómo huele la casa de tu abuelo, Benja.

El alumno se quedó pensando y despertó al poeta: “No sé. Huele raro. A campo…”. ¿Adentro huele a campo, Benja?”. No, me respendió mientras seguía buscando la palabra… Y dijo: “a verano”. Y armó la maravilla. “La casa de mi abuelo huele a verano”.

Se me escapó un grito, creo que de alegría. Tiré un aplauso a modo de automotivación y para convocar a algún remolón y dije: “Aquí nació un verso, y de los buenos… ¿Quién da más?”.

V Encuentro de Escritores en la Escuela Australia: Leandro Murciego, Silvia Crespo, Carlos Norberto Carbone, Marta Peralta, María Laura Burattini, Karina Lerman y Fabian Leppez.

Martín, uno de los que recordaba mi nombre de la presentación en el salón de actos y que de, algún modo, había ensayado parte de mi presentación -que no fue personal, sino comunitaria- dijo: “Mi familia tiene una casa en Córdoba y vamos los veranos. Allí fuimos unas vacaciones con Roco -otro de los chicos (en verdad, no recuerdo su nombre)- y también huele distinto”…Y Martín como otros habían entendido el juego y arrojó: “En la casa se respira montaña”.

La chica con nombre a lago, patagónico y cristalino, dijo: “Yo tengo en la nariz el olor de la casa de un compañero de acá. Es rico el olor, pero es particular, no tiene nombre…” Y fue limpiando su idea hasta hacerla verso. “Llevo en mi nariz el perfume de su casa”. Y siguió usando el truco poético de decir más con menos: “llevo su casa en mi nariz” y siguió reescribiendo en el aire: “Hace diez años llevo su casa conmigo”.

Poesía, escribían poesía sin lápiz ni papel. Sino más bien, como se escribe: con la cabeza.

Otro tema resuelto: “Todo recuerdo cuando se pone en palabras es un gesto poético y hace que todos hagamos poesía. Elegir cada palabra, recortar la idea, cargar cada vocablo o frase de sentido es un gesto poético, y -por qué no- una forma de metaforizar.

V Encuentro de Escritores en la Escuela Australia: Leandro Murciego, Silvia Crespo, Carlos Norberto Carbone, Marta Peralta, María Laura Burattini, Karina Lerman y Fabian Leppez.

Se estaban haciendo cargo que podían jugar con sus recuerdos y resignificarlos en sus cabezas. Yo estaba chocho. Ni idea de la hora y no me importaba. Mientras una seño estaba sentada, escuchando atenta. Más allá un profe de educación física se había traído una silla y se sumaba al fogón. Y ante cada participación de los chicos movía la cabeza asintiendo con una hermosa sonrisa.

¿Alguien me dice de qué habla la poesía? ¿A qué se le puede escribir? Aparecieron todas y cada una de las emociones, de los sentimientos, el fútbol (lo tiró uno a modo de risa -y apareció otra hilo de donde tirar la piola-), otro más allá dijo: de física cuántica y de matemáticas.

Sí… apareció la poesía en el grupo: la disrupción. Había que tomar por allí para atrapar a aquel que hasta el momento no se sentía convocado.

“¿Saben que las matemáticas tienen mucho que ver con la poesía? Hacer poesía es una suerte de alquimia de fórmula matemática que demanda de fórmulas y ecuaciones (también)”. Los ojos de Pedro se abrieron. Otro más que se suma, pensé. Y seguí: “Alguien conoce los sonetos? ¿Qué significa la palabra soneto?”

Estaban enganchados se animaban a tirar. Y apareció: Sonido.

-Esoooo!!! Yo me acordaba del “Loco” Gelbenzú. Un profesor de quinto año que jugaba a ser loco para captar nuestra atención. Salté, aplaudí y aceleré la voz. “El soneto es una de las formas poéticas más conocidas de la poesía. Con esto unimos música, matemáticas, poesía clásica y algo actual que los convoca… Pedro, escuchá…” Y apareció la posibilidad de tirar algo más para sumar y seguir… “¿Quién fue Lope de Vega?“, pregunté.

– Una calle respondió una de las chicas. Y otra dijo: “como Scalabrini”.
– Claro, dos calles. ¿Y por qué se le pone nombres de personas a las calles?
– Para recordar a los personajes. Porque fueron importantes, dijo otra de las chicas.
– Así es, Scalabrini Ortiz, que fue político y Lope de Vega fue un poeta clásico español, que es el que le dio la impronta al soneto (que viene de sonido).

Busqué más. Tenía u acercarlos a ellos. Pero no mostrará el truco tan rápido. ¿Alguien conoce a Joaquín Sabina? Me sorprendió la respuesta: “sí”, dijeron un par. “Bueno él también hace sonetos, algunos de ellos son canciones, otros solo poemas, que publicó en varios de sus libros. Pero volvamos a Lope de Vega. Él para hacer poesía pensaba musical y matemáticamente. Entonces contaba las sílabas de cada verso (jugamos luego a contar algunas) y trabajaba con las sílabas tónicas y átonas (palabras que me las tiró Martín, el que quería poemas de fútbol)”.

Y empezamos a jugar con algunos de sus nombres con las sílabas tónicas. Y fueron entendiendo cómo por medio de patrones acentuales y de sílabas fuertes y débiles y de la duración del verso (cantidad de sílabas en la línea) se podía dar musicalidad.

Ahora el tema era hacer de todo aquello algo cercano a sus vidas.

-¿A quién le gusta el rap y el trap?

Y “¡Las manos de todos (o casi todos) los pibes y las pibas arriba!”. Había que aprovechar que con una lombriz se habían acercado muchos peces. “Bien, la base del rap lleva el ritmo acentual del soneto. Es más, la mayoría de los poemas de Lope de Vega se pueden decir en ritmo de rap. Y fueron rapeados por muchos. Luego, si les pica la curiosidad, busque a Lope de Vega y algunas canciones de rap e intenten hacer entrar los poemas del autor clásico en ese ritmo musical”

No sé si lo harán, pero es un hermoso ejercicio motivacional que muestra que aquello de otro siglo, quizá no está tan lejos y es otra forma de validar el ingreso a la poesía, por medio del rap y, hasta del trap. (Acá es la parte que se multiplicarán los insultos en los comentarios…)

Habiendo silabeado y jugado con la alquimia matemática y con la atención activa de Pedro había que volver a Martín. Allí volví con el juego matemático y alquimista de hacer que el poema responda a protones musicales y de tiempo. Les compartí el poema mío de “Imagen y semejanza” para D10S y que basado en el segundo gol que le hizo a los ingleses en el mundial de México ‘86. El texto tiene la duración exacta, según cómo se lea, de la jugada del Diego, desde que recibe el pase de Burruchaga hasta que la pelota acaba en la red.

V Encuentro de Escritores en la Escuela Australia: Leandro Murciego, Silvia Crespo, Carlos Norberto Carbone, Marta Peralta, María Laura Burattini, Karina Lerman y Fabian Leppez.

La poesía es juego, ritmo, música y refleja una mirarda y se dice hasta desde un leer y decir diferente…

Después hablamos de la síntesis en la poesía (la ya hicieron), el decir distinto (y lo hicieron) de la importancia del lector, del rol activo del que lee (hablamos y pensamos juntos, lo que resultó una excusa para leer mi micropoema “Artistas”, el que dice que artista es el lector). Hablamos y pensamos sobre las nuevas construcciones de sentido que aporta la mirada poética, de las diferentes formas de contar lo mismo, lo ya conocido para aportar una mirada nueva de las cosas.

Y fundamentalmente reparamos… en el roll reaccionario, confrontativo y rebelde de este género (un hermoso espacio para manifestar sentimientos adolescentes), que encuentra en el decir poético lo que otros no quieren o no pueden ver. Un lugar nacido para disrumpir, ya que si no se apela a ello -en mi opinión- jamás se alcanza el gesto poético. Hasta acá, creo, unos pocos minutos del encuentro con 7mo grado. Un regalo. Más tarde regresé a trabajar los procesos creativos con el escritores, pero lo hice renovado, feliz, siendo otro.

Por Leandro Murciego

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La musicalidad y el ritmo en el verso libre

«La poesía, su música y el uso del ritmo» (Parte III) *

La musicalidad en el verso libre es uno de los grandes temas a la hora de trabajar la poesía. Para muchos en este tipo de poemas está todo permitido, pero ¿el verso libre goza de total libertad? ¿Existen normas, principios o fundamentos para poder transitar de manera más estética o funcional por subgénero literario?

Hace un tiempo, en una de las ferias virtuales de libros he preparado una charla que se encuentra girando en las redes sobre las normas y los principios del verso libre y, en la cual ponía en duda la libertad de ese tipo de versos, ya que éste responde a una gran cantidad de principios y estructuras que son los que -entre otras cosas- le aportan musicalidad y ritmo al texto. 

A la hora de hacer versos libres conviene tener en claro que los versos largos demoran al poema, mientras que los versos cortos le aportan mayor velocidad. Entre los recursos que maneja el verso libre se encuentra el denominado esticomitia, este es un fenómeno métrico que consiste en la correspondencia exacta entre las frases y versos de una estrofa, de forma que cada verso sea una frase, dicho distinto, cada idea sea un verso.

La contracara de la esticomitia es el salto versal, también conocido como encabalgamiento, que bien podría graficarse como Slalom literario, ya que le permite al autor descender el poema (cual si fuese una montaña) dibujando zig-zags. 

Sin dudas, el encabalgamiento (para leer más sobre este recurso, hacer clic acá) no sólo le aporta mayor dinamismo al texto, sino que además le permite darle mayor luminosidad a los versos y a sus significados. 

El corte versal propone un freno y, al mismo tiempo, se encarga de otorgarle al nuevo verso -que nació de ese corte- mayor fuerza y velocidad. El encabalgamiento, junto con el uso de los signos de puntación, permite resaltar las pausas y dar forma a nuevas melodías.

Parra (Nicanor), el gran poeta trasandino, que afirmaba que  “la poesía es la prosa que baila”. Leé más sobre la musicalidad del verso en Apalabrarte un sitio (de Leandro Murciego -Coach literario- para escritores y amantes de las letras

Ahora, si por un momento recordamos que Parra (Nicanor), el gran poeta trasandino, que afirmaba que  “la poesía es la prosa que baila” entendemos que este género tiene que tener como principal fundamento el movimiento y que uno de sus búsquedas es convertirse en una danza. Para ello es preciso apelar a la musicalidad, los cambios de ritmo y los giros, entre otros recursos. 

Para lograr este ir y venir, el danzar sobre la página, un recurso del poeta es, sin lugar a dudas, el uso de las estructuras -léase repetición de construcciones gramaticales, que con la reiteración van dando forma a un sistema-. Además, el escritor puede servirse del empleo de patrones acentuales (en español existen tres tipos de acentos que se encuentran en las palabras agudas, graves y esdrújulas). Otra herramienta es la utilización de las sílabas tónicas (sílaba que se pronuncia con mayor intensidad) y átonas (sílaba que se pronuncia con menor intensidad), los patrones o grupos fónicos (palabras que permiten hacer un discurso más expresivo y estético, jugando con los sonidos de la lengua), la utilización de ritmos, pausas y silencios. 

Pero volvamos a la esticomitia, para aquellos autores que recién comienzan se convierte en una herramienta fundamental para poder adquirir una voz literaria fuerte y clara, ya que permite poner una idea o concepto en cada verso/línea.
Esto tiene un cuádruple impacto en la escritura: ordena, aporta claridad y le permite a cada verso ser contundente e independiente de los demás. Una vez que los escritores noveles o aprendices del arte de escribir manejan con estos recursos, están en condiciones de saltar a un segundo paso: el uso del encabalgamiento. 

Pero ojo, jamás se desecha ninguna herramienta, ninguna viene a ser cambiada por otra, sino que la idea es siempre sumar o adquirir un nuevo recurso. Ya que la interacción o la intercalación de la esticomitia y del encabalgamiento, es decir del verso largo con el corto, es uno de los primeros pasos para construir la danza de la que tanto habla Parra (Nicanor). 

¿Cómo romper con la monotonía del verso largo?


Uno de los mandamientos del mundo de la escritura sostiene que los versos largos bajan la velocidad del poema, mientras que los cortos lo aceleran. Pero existen algunos recursos para alterar, al menos un poco, esta ley poética. 

El lograr un verso claro, directo y potente que resulte independiente de los demás que forman parte del poema, termina enriqueciendo y fortaleciendo la voz literaria del autor. Ahora bien, si se logra decir todo esto con palabras cortas, tónicas y con una estructura que responda a los patrones o grupos fónicos, estaremos cerca de encontrar el juego que convierta a este truco en magia.

Quizá para ello será preciso apelar a dos preguntas (que le llegan al poeta -en fase iniciática-, habitualmente, a la hora de la edición): ¿Cómo se puede decir lo mismo, con menos palabras? y ¿De qué forma se puede hacer de la manera más poéticamente posible?

Sin dudas, que sí logramos combinar la mayoría de estas estrategias se estará, de algún modo, apelando a un truco casi mágico, que posiblemente haga caer al lector en el hechizo dinámico y musical con el que juega el verso corto. 

El secreto de la poesía, decir más con menos

El secreto de la poesía es la resignificación, para ello es preciso empoderar la voz literaria y habilitar la co-construcción junto con el lector de la obra. Esto que resulta complejo tiene un principio sencillo que podría definirse en pocas palabras: decir “más con menos”.

 

Esto, que para muchos es la base de un tratado filosófico oriental, llegó de la mano del arquitecto alemán (que vivió gran parte de su vida en los Estados Unidos), Mies Van der Rohe, y sirve casi a modo de sentencia en el trabajo poético/literario. 

Basándome Mies Van der Rohe, me arriesgaría a afirmar -sabiendo que pecaré de simpleza- que: “La poesía podría definirse como el arte literario de decir más con menos”. 

La gran propuesta, quizá, sea lograr crear una “esticomitia Van der Rohe”, es decir, que sea capaz de con pocas palabras multiplicar los sentidos de aquello que está diciendo. De lograr esta esticomitia Van der Rohe y si, a ella, la combinamos con el verso corto, estaremos no sólo dando forma a una estructura de sentido, sino que le aportaremos una mayor musicalidad y ritmo a la obra. Aceleración y freno, silencios y sonidos serán la base de nuestra danza poética, aquella a la que tanto hacía hincapié el gran antipoeta chileno. Si a esto se le suman versos fuertes y dicientes, estaremos otorgándole mayor intensidad al texto. 

La combinación del verso largo, pero dinámico, con el corto y contundente darán forma a un vertiginoso y limpio ritmo, el cual podrá ser utilizado según la temática del texto. Pero vale recordar, que siempre el ritmo y la velocidad se verán afectados por la extensión del verso. Dicho de otra forma, cuanto más larga es la frase/verso, más lento es el poema. 

Para apelar al verso corto, fuerte y dinámico, sin duda, es menester quitar todo lo que sobra. Lo que está de más. Para poder realizar la poda -que al igual que con las plantas, no mata, sino que da vida al texto- es preciso, respetar el espíritu de la poesía.

Otro aliado a la hora de trabajar el ritmo y la conceptualización de los textos es, sin dudas, el uso de la geografía del papel. No todos los versos tienen que comenzar en el mismo margen. La elección espacial puede aportarle nuevos o más ricos significados a las palabras o a los versos. 

Leandro Murciego
Escritor, periodista y coach literario


Charla para la Feria Virtual del Libro de la India (2024)

«La musicalidad y el ritmo en los versos libres»

Si querés escuchar la charla sobre «Cómo trabajar la musicalidad y el ritmo en los versos libres» que formó parte de la Feria Virtual del Libro 2024, de la India. Aquí dejo el video. No duden en escribir y aportar su mirada sobre el tema.

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Cuál es el secreto rítmico de los poemas clásicos

«La poesía, su música y el uso del ritmo» (Parte II) *

Por Leandro Murciego

Cómo decía en la primera parte de «La poesia, su música y el uso del ritmo» (parte I) la musicalidad, el ritmo, el pulso y la armonía en la poesía dan cuenta del vínculo estrecho que existe entre este género literario y la música.


Ahora bien, cuando uno se enfrenta a textos clásicos, como podrían ser los sonetos, queda muy en claro que ellos cuentan con un ritmo propio, el cual, en ese caso, está marcado por determinados esquemas silábicos en los versos y por estrofas, que van dando forma a la musicalidad de la obra. 

Los sonetos clásicos se caracterizan por estar compuestos por catorce versos endecasílabos, distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos. En cada cuarteto, el primer verso rima con el cuarto y el segundo con el tercero. Mientras que en el caso del primero de los tercetos, la estructura puede mostrar una rima entre el primero y el tercero, para luego repetir el juego en el terceto final. 


Pero no todos los sonetos son iguales. El soneto shakespeariano, también conocido como soneto inglés, propone un juego diferente.

El secreto rítmico de los poemas.
Los Sonetos románticos de Shakespeare están conformados por tres estrofas de cuatro versos cada una más dos versos pareados. 

Conocé más sobre la musicalidad y el ritmo de los poemas clásicos. Entrá en Apalabrarte (clínica de arte).
Los Sonetos románticos de Shakespeare están conformados por tres estrofas de cuatro versos cada una más dos versos pareados

Los Sonetos románticos de Shakespeare están conformados por tres estrofas de cuatro versos cada una más dos versos pareados. En este caso, la estrofa​ está compuesta de cuatro versos de arte mayor (es decir, versos de más de nueve sílabas), generalmente endecasílabos, de rima consonante.

Recordemos que el endecasílabo es el gran verso de la poesía (y que tiene la acentuación fuerte en la 6a sílaba, aunque lo aconsejable para que el poema baile es ir cambiando la acentuación a lo largo del poema, es decir, esto podría ser: 6.5.6.7.6.5, etc -el denominado zigzig).

Para ser más claros observemos un texto del poeta modernista colombiano Guillermo Valencia:

Y en reposo silente sobre el ara, (11 sílabas)
con su pico de púrpura encendida, (11 sílabas)
tenue lámpara finge de Carrara (11 sílabas)
sobre vivos colores sostenida. (11 sílabas)

Los sonetos ingleses suelen contar con cuatro estrofas. Cada una de ellas va alternando su estructura (ABAB CDCD EFEF GG). Esto significa que la primera y la tercera línea deben rimar, y la segunda y la cuarta línea también. En el siguiente grupo de cuatro líneas, se repite el mismo patrón con diferentes rimas. El poema termina con un pareado (dos versos que rima entre sí). 

Ésta estructura, que se podría definir como 3×4+2 (o 12 versos más 2) le aporta al poema una impronta muy característica, con una musicalidad fuerte y singular.

El soneto una composición poética universal

Pero más allá de estas diferencias, el soneto es una de las composiciones más generalizadas. Ya que en la mayoría de las composiciones poéticas, como los versos Alejandrinos y los octosílabos -tan sólo para mencionar alguno de ellos- sufren adaptaciones en cada idioma.

Éstas variaciones, en gran parte, responden a que dichas estructuras o composiciones se ven obligadas a modificar su patrón acentual. Es decir, la forma en que se acentúan las palabras van determinando nuevas estructuras sonoras/ rítmicas que resultan funcionales a la musicalidad del poema. 

Los versos alejandrinos, usualmente, cuentan con catorce sílabas métricas (es decir un verso de arte mayor) compuestas de dos hemistiquios con tilde en la sexta y decimotercera sílaba. Pero en francés este tipo de versos tiene trece sílabas (si se leé como un verso simple) o 7+7 sílabas (si se lee como un verso compuesto), convirtiéndose en un tipo particular de alejandrinos.


Sin dudas, cada idioma y, en algunos casos, hasta cada idiosincrasia determina las variantes o modificaciones de las estructuras de las diferentes composiciones poéticas.

Por ejemplo, en el octosílabo, en catalán, no existe el eje rítmico (éste es el acento estrófico, que se encuentra en la penúltima sílaba del verso. Este acento fijo se relaciona con la rima, la medida y las pausas de los versos). Entonces, en el octosílabo catalán no se suma una sílaba. Allí, el octosílabo cuenta con ocho sílabas. 

Pero aquí nace otra pregunta: ¿para hacer poesía alcanza con las estructuras? La respuesta es no. Este género para no caer en la monotonía requiere de variaciones.

El ritmo de un poema una vez logrado debe ser interpelado, roto o intervenido por otro distinto. 

Algo de ello dejó, en sus versos, Lope de Vega, que como un niño fue a golpes de sílabas tónicas, creando -por momentos- la base rítmica de su poesía.

Pero claro a todo esto hay que agregar otros recursos tales como, la sinalefa (la unión de dos vocales que se unen a la hora de hacer el conteo silábico), el uso de los silencios, las pausas (por el uso de los signos de puntuación, los saltos versales, etc), los distintos tipos de rima, tanto interna como externa, etc. 

Pero esta estructura, con la que jugaba el gran poeta español, que puede parecer para muchos un descubrimiento, es el alma del rap actual.

Nicanor Parra: «La poesia es danza»

Volvamos a Parra (Nicanor) si la poesía es danza, movimiento, podría decirse caminando por la negativa que aquello que no se mueve, que es monótono, que no combina sílabas átonas y tónicas, no es un poema. O en el mejor de los casos podríamos estar hablando de un mal poema, que contradice su ontológico espíritu danzarín. Este género necesita de ritmos, variaciones, juegos, armonías. Y algo más de la audacia y el espíritu lúdico del poeta.  

El poeta y dramaturgo español Eusebio Calonge explica que el ritmo en la poesía es aquel que le aporta al texto no sólo su identidad, sino también la belleza. Así lo pone de manifiesto en una de sus afirmaciones en la que sostiene que:

“Cuando desaparece el ritmo, sólo queda el tedio de la duración”. 

Pero esta frase no sólo habla de ritmo, sino también duración. Y esta última, de alguna forma, hace pensar al poema como un territorio. El poema se extiende en dos direcciones, una de ellas la horizontal y la restante, vertical. 


La primera determina la medida exacta de cada verso, la cual está dada por la cantidad de sílabas que lo habitan. El conteo silábico puede variar según se trate de sílabas tónicas y átonas. Y la restante, es decir, la vertical, está dada por la duración que marca el número de estrofas y de versos que tiene un poema.

Peter Handke escritor austriaco ganador del premio Nobel de literatura. 
Apalabrarte. Clínica de arte (Coaching literario)
Peter Handke escritor austriaco ganador del premio Nobel de literatura

Esta última, depende de la cantidad de estrofas y versos que tiene un poema.  Si pueden les propongo conseguir el “Poema a la duración”, del autor premio Nobel de literatura, Peter Handke.

continuará…

*Este material formó parte de la ponencia sobre las claves del ritmo y la musicalidad en la poesía.

Leandro Murciego
Escritor, periodista y coach literario

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