“La página en blanco es un territorio a ser conquistado”

Por Leandro Murciego

Para muchos autores, a la hora del silencio literario -la pausa de escritura o la falta de la inspiración-, la página en blanco se convierte en uno de los mayores cucos. Su simple presencia aviva los más diversos fantasmas que le abren el paso a los tan temidos «juicios de valores». De allí, que una gran cantidad de artistas busquen escaparle a ese conflicto, sin ver que en él se encuentra uno de los mayores trampolines para repensar y transformar el texto. O, dicho de otra manera, la posibilidad de hacer de ese texto una obra artística. Es por ello que la página en blanco es un territorio a ser conquistado por el poeta.

Según algunos autores, la página en blanco es un espacio donde habitan: el silencio, los fantasmas, los miedos. Dicen que el miedo a lo desconocido es una de las respuestas más naturales del ser humano. Y que el miedo, es una reacción -que compartimos con los animales- que nos ayuda a sobrevivir. 

Foto de miedo (fuente Freepik.es)

Arranquemos por lo más sencillo, es decir, la definición de la página en blanco. Ésta es un tipo de papel “sin patrones (aparentes)”, líneas ni colores preexistentes. Este tipo de hoja suele ofrecer más libertades a quien la aborda, pero -a la vez- menos normas. Esta fórmula para muchas personas suele convertirse en un inconveniente complejo, que podría definirse como la “libertad que ahoga”. Pero quiero volver a  la sentencia “sin patrones aparentes”, este tipo de página tiene una norma, tan clara como potente: la superficie (es decir, sus dimensiones). Ésta se convierte en la posibilidad y, al mismo tiempo, en el límite. Es decir, donde comienza la página, donde amanece la hoja, nacen todas las posibilidades, pero a la vez ese mismo marco que invita a la creación es el que se convierte en el propio límite de la misma. 

La página en blanco como problema

Hay que aclarar que página en blanco se presenta como un inconveniente u obstáculo cuando el artista carece del impulso de la escritura. En los momentos en que las personas se encuentran “en vena” (es decir, que cuentan con la “inspiración”, la idea o el deseo de llevar adelante la labor de la escritura -tema para otra charla, capítulo o artículo-) jamás la página en blanco se presenta como un obstáculo, un impedimento o un espacio intimidante capaz de generar los más diversos miedos. 

Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE) el miedo es “la angustia por un riesgo o daño real o imaginario”. Otra acepción, que ofrece la institución -fundada en 1713- que vela por la lengua española, es que se trata de un “recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”. 

Algunos especialistas explican que el cerebro humano a la hora de enfrentarse a algo nuevo recurre a experiencias pasadas para saber cómo operar ante ellas. Pero, en ocasiones, cuando se trata de algo desconocido, le es imposible encontrar pistas que le sirvan por lo que se genera una sensación de temor y ansiedad.

En mi experiencia -fruto del trabajo realizado con una gran cantidad de autores, por medio de los procesos de coaching literarios o mentoring para escritores,-, algunos artistas encuentran en la página en blanco un oscuro abismo que los confronta con un -temido- sentimiento de vacío (también llamado -por los psicólogos- vacío existencial). Este sentir -más común de lo que creemos- suele venir de la mano de la pérdida de la motivación y del interés (lo que para muchos autores se traduce en el miedo al bloqueo creativo). 

Otra de las sensaciones que llegan con el “vacío” o “vacío existencial” es el de “sentir o creer que no se tiene nada adentro”. Sin duda, se trata de un sentimiento negativo asociado frecuentemente con el sufrimiento y el conflicto. 

¿El conflicto es un problema? 

En mi entender, el problema no es el conflicto, sino la forma y la predisposición con la que se lo aborda. Este puede ser angustioso, pero también puede ser vivido como una oportunidad para conocerse o para probar nuevas formas de resolución. Esta última opción, sin lugar a dudas, permitirá descubrir nuevos modos o posibles abordajes que traerán experiencias  nunca antes vividas. Sin lugar a dudas, elegir este camino permitirá forjar una nueva arista de nuestra identidad artística.

Si unimos las afirmaciones antes mencionadas, tomando como punto de partida el proceso literario y a la página en blanco como centro de análisis, podríamos darle forma a una suerte de definición, que -quizá- ayudaría a comprender uno de los tantos efectos que causa este escenario a una gran cantidad de escritores. 

La página en blanco puede presentarse como una angustia o un riesgo imaginario o, bien, como el fantasma de o temor de enfrentarse a lo desconocido. Para algunos autores la página en blanco es sinónimo o manifestación concreta del llamado bloqueo creativo o de escritura.

Pero lo cierto es que la página en blanco es sólo eso: un territorio libre para ser conquistado por el poeta. 

Ésta, sin dudas, puede convertirse en una gran aliada de quien escribe. Allí las palabras y los versos pueden tomar cuerpo, destacarse o intentar perderse entre sus propios pares.



Pero la página en blanco invita a que los autores puedan disfrutar de ella como los niños lo hacen en la plaza. Allí el límite es casi propio. Para el poeta, en la página todo está permitido. No existe una norma preexistente. Cada cual, como en el Anton Pirulero, podrá tratar de dar forma a su juego. Sólo se requiere: originalidad, ganas de divertirse-jugar (pero en serio) y audacia para crear un universo propio.

Este último punto quizá sea el más importante. La página en blanco, permite al autor crear un territorio con normas propias, las cuales deberían ser claras y constantes. Es función del artista crear el juego y dejar a la luz la regla o las normas. De no suceder así para los lectores, ese juego se convertirá en ininteligible. Un trabalenguas reservado sólo para pocos. 

La página en blanco ofrece una gran cantidad de posibilidades, las cuales irán variando según la capacidad de juego del artista y del pacto que esté dispuesto a realizar con el lector. 

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